lunes, 26 de abril de 2010

Sin maltratos


Juana Ramirez era una prestigiosa médica cuando se decidió cambiar el rumbo de su vida. Tomó la ruta del despojamiento e hizo su propio camino interior recorriendo la vasta geografía de América Latina. Desde que abandonó su laboratorio no miró para atrás, simplemente fijó su mente en la meta que se había propuesto y empezó a vivir su otra vida, aquella que la separaba de sus saberes ya saturados de confusos intereses.  América Latina comenzó a dolerle mucho más temprano  de lo que había pensado. Sus años de formación en universidades europeas ,de viajes, de congresos , no le habían alcanzado para mirar y sentir la tremenda fortaleza y la tremenda  tragedia de la gente que la habitaba. Sólo llegar al norte para cruzar la frontera,  le había deparado una cuota, más que gravosa , de otro tipo del dolor ajeno. Ahora no quiere precisar lugares. Sólo quiere  perfilar en un mapa único lo que nueve meses de travesía le había marcado. Fue huésped de tribus medianamente conectadas con el mundo y también de otras que estaban en otro espacio cósmico donde, sin embargo, no faltaban las profundas conexiones del alma. Estuvo en la cordillera y en la planicie, en ríos como hilos secándose entre peñascos y en los grandes y míticos que esconden secretos aún no revelados. Visitó ruinas de otros imperios que no eran  Roma , fue iniciada en la astrología y aprendió y se sometió a rituales de brujos sanadores ,atravesó laberintos emocionales que la dejaron al borde del colapso y siguió adelante. Su bitácora, mientras tanto, registraba datos que se repetían al sur, al norte, al este  y al oeste. Uso el lenguaje universal del abrazo fraternal cuando intuyó que podía hacerlo, se mantuvo a una prudente distancia respetuosa cuando sus interlocutores por señas , le indicaban su exacto lugar en el espacio que compartían por unas horas,  a veces, por unos días. Vio rostros de muchas mujeres, de muchos hombres, de muchos niños, de muchos ancianos. Comió cuanto se le ofreció y debió superar una sola vez una  fiebre por mala digestión que le curaron con yerbas que desconocía. Sacó fotografías cuando se lo permitieron y no lo hizo cuando supo entender que no podía hacerlo. Viajo miles de kilómetros azotados por el calor, el viento ,el frío y las fenomanales tormentas oceánicas. Escuchó infinitas melodías en muchos clases de intrumentos. Todo la conmovió pero nada, absolutamente nada, pudo superar a la imagen repetida de madres que , como si no hubieran perdido su condición de primates, custodiaban a sus niños como a crías cuya supervivencia dependía sólo de ellas. Esas situaciones repetidas una y otra vez ,engendraron su propia escritura que hoy presenta en formato de libro, con el inquietante título de  Bajo la  levedad del  amparo sin maltratos. Juana Ramirez  ha vuelto , ha vuelto tras reconocerse  en  los espacios cósmicos que la habitan.