sábado, 8 de mayo de 2010

Rituales en el monte árido

La última opción, le dijo Laurencio , era la vieja curandera que vivía en el monte. Ni  doña  Felipa ,veterana sanadora del pueblo, había podido con el mal de Tristana.  Luján lo escuchó y pensó que era una posibilidad , pero al mismo tiempo se dio cuenta de que encontrarla iba a ser un verdadero trastorno porque se sabía que había por lo menos un día de viaje, en medio del áspero monte hasta llegar a su rancho . Iban  porque ya no les quedaba otra alternativa , ni los tratamientos médicos ni las curas  de  Felipa habían dado resultado. El caso de Tristana sacaba a Luján de su paz. Era su hermana menor y había llegado al pueblo cuando su madre rehizo su vida casándose  con un brasileño encantador e instalada definitivamente en Bahía , ¿ definitivamente ? se preguntaba y se sigue preguntando Luján , conociendo como conoce a su madre ." Es mi última oportunidad de ser feliz ", le dijo antes de marcharse. Tristana era medio hermana pero para ella la cosa es más simple, es la hija de su madre y por lo tanto,  su hermana y se acabó.Tristana  admira a Luján por su manera de encarar la vida, por el trabajo que hace, por  amar al mismo hombre que es su único hombre . No anda con vueltas como su madre. Cuando Tristana volvió poco hablaron  de sus respectivos padres. El de Luján había muerto en un entrevero en una yerra y el de Tristana ,sólo se sabía que era un cantautor itinerante cuyo origen les era desconocido . Luján  lo maldecía por el nombre que había exigido poner a su hermana." Es un poeta ", decía su juvenil madre por esos años, disculpándolo. Luján nunca lo quiso y cuando desapareció se puso contenta.  Luján vive en el pueblo donde nació y donde hay historias de tres generaciones detrás de ella. No siente los impulsos aventureros de su madre ni tampoco su  insconstancia amorosa. Ella desde los diecinueve años está junto a Laurencio y es feliz. No tienen hijos pero esto no los apremia. La llegada de Tristana, no modificó su modo de vida .Se quedó a vivir en su casa y  le dio otro sentido a los días de soledad que tenía cuando Laurencio  salía a trasladar ganado con su patrón. En las muchas horas que ella dedicaba a sus telares, su hermana la ayudaba a terminar de armar los ponchos tradicionales  y mantas que vende en la Feria Artesanal del pueblo. Pero ahora  Lujan sólo piensa en el problema de la tristeza de Tristana que se fue profundizado desde que se dio cuenta de que a veces se quedaba perdida,  concentrada en sí misma , sentada estática en la pequeña silla matera. Los días y sus noches agravaron la situación. Después de meditar mucho e invocar a la Virgen, Luján aceptó la propuesta de su marido. Salieron a la madrugada. Tal como pensó , el viaje fue largo y dificil. Cuando llegaron al claro donde estaba el solitario rancho, bajaron de los caballos y se acercaron cautelosamente porque muchos perros ladraron intimidantes. Al rato salió la mujer. No se sabría precisar la edad. Tenía el tiempo de los calores y de los algarrobos que la circundaban. Qué quieren ?- preguntó con una voz ronca. Luján le explicó muy cautelosamente el tema de Tristana. La mujer no dijo nada. Hizo entrar a Tristana en el rancho y a ella y Laurencio los obligó a quedarse afuera. Se sentaron al pie del añejo algarrobo. El sol comenzó a hacerse sentir.y el cansancio también aunque habían hecho un alto a la noche para descansar. Ahora están ahí ,esperando. Pasado un  buen rato percibieron  un fuerte olor a hierbas quemadas y , de tanto en tanto, la voz de la curandera en invocaciones en lengua original. La cura fue larga, muy larga. Los perros merodeaban de un lado para el otro como perturbados , no ladraban, sólo se movían de acá para allá. Luján empezó a rezar en silencio. Laurencio caminó unos metros por los alrededores siguiendo el vuelo de algún pájaro que revoloteaba en la sequedad de ese espacio huérfano de agua. Pasaron las horas y sólo se sentía el olor del humo y la voz de la mujer diciendo lo que ellos no entendían. Luján empezó a inquietarse. De repente un perro negro, muy negro , emitió un aullido que sacudió el monte. Lujan tembló y se abrazó a Laurencio. Después de un tiempo, que a Luján le pareció infernal, salió la mujer y sin mirarlos a los ojos, anunció : " El que la malició ya no canta más."  Volvió a entrar en el rancho. Después de otra larga espera ,salió Tristana. Los abrazó  y montó ágilmente. Mientras regresaban  Luján vio a una Tristana  totalmente distinta cabalgando a trote firme por el monte. Ella se persignó.