martes, 23 de marzo de 2010

Marcando territorio


La calle se fue despoblando . Los pocos comensales que quedan ya están preparándose para salir. Hace frío, el invierno se muestra más crudo este año y los refugios para pasar la noche son también cada vez más codiciados. Los primeros que ocupan los espacios  más  protegidos son los viejos habitantes de la calle, hombres solos o alguna mujer con uno o dos  hijos. Los chicos  como Luis generalmente pelean pero tienen un código que respetan cuando las posibilidades de ubicarse están cerca, por ejemplo  en otra vereda , en otra cuadra, cuanto más ,en otra manzana. Luis hace dos meses ha tomado la puerta de un restaurante y ha tenido suerte porque  el primer día no lo echaron como un perro y a la segunda noche ,ya  le dieron algún resto para comer de lo que queda  en los platos de los comensales ,un pedazo de pan, algo de carne o pollo, un bocado que no alcanza pero alienta a volver a lo seguro: ese bocado. Otros ,él lo sabe bien, tienen menos suerte. El  trabajo de cartonero que hacía con su padre lo cansó.Venir desde tan lejos para recoger  durante  horas lo que después se convertía en unos pocos pesos que no alcanzaba para un plato de polenta, lo decidió. En su familia eran muchas bocas y él podía arreglarse. solo, por eso se fue a la calle . Por la mañana y al atardecer limpia  las veredas de algunos  comercios , lugar donde los transeúntes tiran  boletas, tickets, volantes de propaganda y envases descartables. En las veredas de los edificios no tiene chance porque es territorio de los porteros.Hay algunos que son muy patas y conversan con él , siempre  sobre fútbol ,mientras no los vea  algún propietario cuando abre las grandes puertas  para salir a la calle.Los porteros son estrictos y no permiten que ningún chico se acerque a sus edificios. Los días de lluvia se suma a la guardia , más severamente, el sereno de noche evitando que el espacio se convierta en refugio.  Nadie , ni viejo ni chico ,puede quedarse  en los  amplios zaguanes. Luis ya sabe todo esto por eso cuando encontró la posibilidad  del portal del  Mamma mia  , se apuró a marcar su territorio cuando el dueño le hizo el primer guiño de aceptar su presencia. Está ahora allí esperando que se apaguen las luces del local para poder dormitar un poco, con ese sueño interrumpido que tienen los que como él  viven en la calle. Se acurruca contra la puerta . Hoy no le pesa estar acurrucado así. Por la tarde una señora joven le dio veinte pesos por ayudarla a descargar las bolsas del carro del supermercado en el baúl de su auto. No tenía cambio más chico y le entregó el billete con una sonrisa. La mujer  no  le  tuvo miedo cuando se acercó  a ofrecerse a ayudarla. Luis se sorprendió un poco porque generalmente la gente aleja  a los chicos con gestos o gritos que alertan  a los custodios del playón del estacionamiento .Antes que eso ocurra él ya desaparece. Hoy fue distinto. Pasó las bolsas rápidamente y  eso que eran muchas , y se quedó esperando la propina. Nunca le dieron tanto dinero y lo tomó con un gracias  que delataba su felicidad. Si hubiera ocurrido tiempo atrás, muy posiblemente él no la  hubiera ayudado , al contrario, le  hubiera robado algunas  bolsas y hubiera  salido corriendo hasta perderse de  vista. Pero ahora no. El supermercado está a pocos metros de su territorio y sabe que tiene que hacer buena letra para no perder el lugar porque en la calle todo se sabe y el dueño del Mamma Mia lo echaría sin vueltas. La inesperada propina  fue un regalo de ese Dios que él no sabe si existe porque no lo entiende pero que hoy le dejó su primer billete de veinte pesos , ese billete colorado que se prometió multiplicar con otros trabajos que ya está pensando cómo conseguir.